lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuatro estudiantes en Salamanca

La hermosa ciudad de Salamanca tiene tantos encantos que cualquier elogio que de ella se dijera quedaría corto y vulgar . Aunque su Universidad tiene mucha fama , los doctos profesores que enseñan allí suelen repetir algunos dichos y refranes bien conocidos : "Quod natura non dat , Salmantica non praestat" (Lo que no da la naturaleza , no lo presta Salamanca) , y este otro "Quien va burro a Salamanca , de Salamanca vuelve burro" . Y así es en efecto : que no todos los que pasan por aquellas aulas aprovechan sus enseñanzas Allí impartió clases de Teología Fray Luis de León , quien después de salir de su injusta prisión , volvió a su aula y comenzó la lección del siguiente modo : "Deciamos ayer....". En fin , Salamanca es mucho más que su Universidad y a cada paso pueden encontrarse maravillas arquitectónicas y rincones deliciosos que encantan a los viajeros . Además de la catedral , de la prodigiosa fachada de la Universidad , de los innumerables palacios y de las tortuosas calles del barrio viejo , los curiosos visitantes suelen admirar el llamado Jardín de Melibea , donde , según se dice , tuvieron sus romanticos encuentros los dos amantes de la obra de Fernando de Rojas . La casa de las Conchas atrae también las miradas del paseante y no faltará quien le diga que bajo una de esas conchas se encuentra un tesoro . Como no podía ser menos , Salamanca también cuenta con un buen surtido de leyendas . A continuación se da noticia de una muy popular entre los estudiantes . Hace mucho tiempo , quizás antes de que el doctor Diego de Torres Villaroel escandalizara la ciudad con sus extravagancias , llegaron a Salamanca cuatro jovenes con el ánimo de inscribirse en la Universidad y cursar letras . Carlos , Guillermo , Francisco y José , que así se llamaban , venían pensando por el camino donde dormirían aquella noche , pues no conocían la ciudad y temían que les engañaran en el precio . Los cuatro amigos llegaron a la Plaza Mayor y aún no habían visto posada ni figón que se acomodara a su escaso bolsillo . Siguieron por la Rúa y llegaron a la Catedral , pero en ningún lugar hallaban acomodo : o bien las posadas eran muy caras o bien otros estudiantes se les habían adelantado . Llegaba la noche y el frío helaba los huesos de los cuatro jovenes . De modo que se resolvieron a entrar en el primer lugar que encontraran , aunque fuese pajar o porqueriza . En esto , una mujer anciana que salía de la Catedral se les acerco y les preguntó si tenían donde dormir aquella noche . Los muchachos contestaron que no , y el más joven de ellos , José , aseguró que daría un ojo y siete años de su vida por dormir aquella noche bajo techo . La mujer les enseñó su casa y a los cuatro estudiantes les pareció bién. --Pero habéis de saber , hijos míos , que a veces se oyen ruidos y gemidos , como si hubiera almas en pena . Mas si os quedáis , os cobraré la mitad ---. Convinieron los muchachos y se hizo el trato . Los jovenes no creían rn los espíritus y tachaban de supersticiosos ignorantes a los aldeanos que hablaban de fantasmas y almas en pena . De modo que acostándose cada cual en su cama , se quedaron dormidos profundamente . Pero llegada la medianoche , se despertaron sobresaltados ; pudieron oír con claridad el sonido de unas cadenas que se arrastraban por el corredor ; las tablas del suelo crujían : el candil que lúgubremente iluminaba la estancia palpitaba como si el viento de la muerte rondara en aquella sala ; ciertos gemidos , como los de una niña que llora , sobrecogieron a los jovenes ; y una respiración honda , como la que tienen los tuberculosos , amenazaba tras la puerta . Los cuatro muchachos se apiñaron en un extremo de la alcoba , temerosos y atenazados por el miedo . De pronto , la respiración pareció entrar en la sala y una neblina verde se deslizó bajo la puerta . Una voz profunda , como la que aseguran que se oye en los cementerios , habló y dijo : ---No temáis . Solo soy un alma en pena . Yo forcé a una niña de diecisiete años y la degollé...y la arrojé al pozo del patio ....!Sacadla de allí! !Sacadla de allí! Y con el tesoro que hallaréis , mandad decir 700 misas por mi alma.

Quedaron sobrecogidos los muchachos , pero al poco todos los ruidos habían cesado y la casa quedó en paz . Asomóse Guillermo por la ventana y vio que tal como había dicho el espiritú , había un pozo en el patio . No tardaron mucho los cuatro estudiantes en bajar a la cocina y llamaron a la mujer para contarle lo sucedido , pero por ningún lugar pudieron encontrarla . Decididos y curiosos como eran , salieron al patio y tomaron unas cuerdas con las que pudieran bajar al pozo . Carlos y Francisco , que eran osados y valintes , descendieron y comprobaron que , efectivamente , allí reposaban los huesos de una persona . Creyeron entonces a pies juntillas lo que les había dicho el espíritu y corrieron a dar aviso al Obispo . Éste les dijo que aunque había oído hablar de aquel fantasma , él nunca había querido darle verosimilitud , pero que accedía a enterrar aquellos huesos en la iglesia , tal y como los jovenes pedían . De vuelta a la casa , los jovenes quisieron descansar pero cuando Francisco fue a abrir un armario para coger una manta , halló un cofre con un inmenso tesoro . Y en esto vieron que el fantasma no les había engañado . Al día siguiente concertaron las setecientas misas por el alma del asesino y repartieron lo sobrante entre ellos , viviendo en la mayor felicidad durante su estancia en la ciudad de Salamanca . Se ha de decir que todos completaron sus estudios con gran provecho y que todos siguieron el camino de sus vidas con felicidad y alegría , salvo uno . El mas joven de todos , José , perdió la vista del ojo derecho , con lo cual aprendió a no jurar en vano , y durante siete años sufrió grandes penurias y se vió pobre y miserable vagando por las calles , hasta que al fin fue perdonado y vivió feliz el resto de sus días.



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